Desvistiéndose como una cebolla
Desvistiéndose como una cebolla
Lic. Analia Goldin
Sabía que mi próxima paciente era una joven de 17 años. La ví sentada en la sala de espera, detrás de un gordo libro, cubierta por un gorro hasta las orejas y un pulóver tapándole casi hasta la boca. No se podía saber a simple vista si era una chica o un varón. No se le veían los ojos ni el pelo. Estaba toda tapada.
Lucía me habla de su permanente sentimiento de frío y problemas respiratorios: “Me visto como una cebolla. Siempre tengo frío y me voy sacando capa por capa. ”
Me cuenta de sus gustos; juega al volley, pero no lo practica porque no quiere entrenar todos los días, toca la guitarra pero se cansa de las clases, quiere tocar el charango pero no consigue profesor para que le enseñe, realiza pulseras en macramé pero cuando empieza a tejerlas no las termina.
Le marco que aquellas cosas que le gustan están llenas de “pero”. Asiente y me dice que le cuesta tomar decisiones por si sola.
Comienzo a pensar en 2 líneas de trabajo: En su vida, Lucía separa lo que “debe hacer” de lo que “le gusta”. Lo placentero y lo necesario. Y parece ser que le es más fácil llevar a cabo lo segundo.
Los padres no asisten a la primera entrevista pautada, ya que el horario “lo habían anotado en un papelito y se olvidaron de ponerlo en la agenda”.
El papá en la próxima entrevista me cuenta que cuando Lucía era chiquita tenía bronco espasmos y él compró el libro “La familia asmática”. “Los bronco espasmos se producen por la liberación de estamina”, me dice.
Yo comienzo a pensar en “la liberación de esta-mina”. ¿Qué le pasará a este papá con el crecimiento de su hija?
Y así aparecen mis primeras preguntas e hipótesis de trabajo:
¿Qué lugar ocupa esta hija en la familia? ¿No hay lugar para ella en la agenda? ¿Sólo lo ocupa dentro de la familia asmática?
¿Cómo ayudarla a correrse del lugar de la hija sufrida?
¿A que liberación se está refiriendo el padre? ¿Por qué a la liberación de esta mina el padre la asocia con enfermedad? ¿Sólo podrá crecer enfermando su cuerpo? ¿Qué esconde detrás de tanta ropa? ¿Qué la ahoga tanto que le quita la respiración? ¿Por qué tanto frío? ¿Qué sentimiento será el que guarda con tanto esfuerzo psíquico que afecta a su cuerpo?
Con el transcurso de las sesiones me encuentro con una adolescente abocada a la lucha social, implicada políticamente en el centro de estudiantes de su escuela. Está cursando su último año de secundario. En su discurso aparece un alto grado de racionalización donde los sentimientos quedan subsumidos a los argumentos.
Según su relato nada la preocupa, nada la atemoriza, nada la angustia, nada la entristece…. ¿Nada? Sabemos que detrás de tanta nada hay un mucho por descubrir que el paciente niega por defenderse.
Para este momento del tratamiento nuestro estilo es el siguiente: Lucía llega y me dice que nada nuevo le había pasado. Luego relata “el parte de actividades semanales” y en cuanto yo le pregunto acerca de lo que sentía frente a algún acontecimiento se cierra y con un “no se” retrocede.
Nunca habla de nadie en particular. Todos los relatos son generalizaciones de sucesos y personas. “los chicos”, “las chicas”, “los del club”. Le cuesta implicarse subjetivamente en los relatos.
La impresión que me genera es que se encierra dentro de sus “capas de cebolla”. Ante mis intervenciones cambia la expresión, la postura, la mirada.
Si quiero obtener su confianza, me dije, debo esperarla. Si quiero ayudarla a deshojar sus capas y que no las necesite más para abrigarse… debo ser paciente. ¿Paciente en la posición del analista? Si, paciente.
Fue en ese momento del tratamiento, en el que empecé a preguntarme acerca del rol del analista. De mi rol. Comencé a preguntarme acerca de todos aquellos contenidos que la teoría enseña y su relación con la práctica.
Y nuevamente mis preguntas: ¿Cómo descubro aquello que la aqueja si no lo relata?
Lentamente comienza a aparecer otra Lucía en sesión: “La amante de Boca.”
En su relato empieza a figurar la pasión. A partir de ese momento las sesiones dan un giro. Del “parte semanal” al “partido del domingo.”
Las palabras referidas al orden de lo afectivo, surgen con protagonismo: Descarga, bronca, tensión, alegría. “Cuando voy a la cancha soy otra.” Nuevamente una invitación a descubrir a esta otra Lucía.
Cuando habla de la cancha se permite sonreír. Responde mis preguntas a cerca de sentimientos con relatos de sucesos ocurridos durante el partido.
Los partidos del domingo toman un lugar primordial en el tratamiento. Ya no se tapa la cara. Comienza a mirarme a los ojos cuando habla.
Y nuevamente surgen mis preguntas:
¿Por qué dos Lucías?
¿Por qué en la semana es tan racional y en la cancha tan pasional?
Comenzamos a pensar en la angustia ante una goleada, que le pasa en el cuerpo ante esta angustia, y así su gran descubrimiento: Su dificultad para unir pensamientos y recuerdos, con los sentimientos correspondientes.
Para ella es un descubrimiento. Para mí un hallazgo analítico. Algo nuevo comienza a pasar en el tratamiento. Algunas de mis primeras hipótesis empiezan a confirmarse.
Su yo, levanta un dique armadísimo para defenderse de una fuerza psíquica muy fuerte que le es intolerable. Pero algo de lo inconciente encuentra una grieta en el cuerpo. Algo de lo forcluído parcialmente, a decir por Nasio, la enferma, la ahoga. Racionaliza para no sentir. Se desdobla. Se disocia.
¿Sentir qué? Es mi nueva pregunta.
Lucía asiste a sesión con puntualidad. Ya no viene toda tapada. La veo más relajada y sonriente.
Cinco meses después de iniciado el tratamiento aparecen dos sucesos que la conmocionan y que abren una nueva línea de trabajo: Su cumpleaños número 18 y la sorpresa de aparecer en los padrones para votar a presidente.
Estos hitos, la sorprenden y la convoco a pensar en ellos. “El tiempo no para”, fue la frase en la que se centra nuestro trabajo.
Comenzamos a analizar su elección de carrera universitaria. En su escuela existe la posibilidad de iniciar sus estudios universitarios. Lucía no sabe si quedarse en la escuela a cursar 6to año como CBC o cursarlo en la universidad. La carrera: “Antropología.”
Decidir 6to año o CBC, tenía que ver para ella con la posibilidad de conocer nuevas personas, nuevos espacios o transitar el ingreso a la universidad en un espacio conocido, con los mismos profesores de la secundaria.
Finalmente decide cursar el CBC. Una manera de salir de la endogamia a la exogamia. Lucía busca nuevos espacios por fuera de los conocidos hasta ahora.
A partir de este momento, en dirección a la cura, comienzo a pensar nuevas líneas de trabajo: Su relación con el dinero y la actividad laboral, su elección vocacional, su posición sexual (tema que hasta ahora me es vedado), sus conflictos con la sexualidad. Su salida a la exogamia.
Lucía asiste a sesión puntualmente durante su primer año en el CBC.
Durante ese año conoce mucha gente, se hace de nuevos amigos, realiza un viaje como mochilera. En fin, tiene muchas nuevas experiencias.
Del único tema que no quiere hablar es de sus conflictos amorosos, en realidad de la falta de “conflictos amorosos”.
En el mes de noviembre, Lucía llega un día al consultorio y me dice que no tiene mas ganas de seguir viniendo. Que había superado lo que la convocó a comenzar: Que sabe que queda mucho por trabajar, pero que no lo quiere hacer ahora.
Nos tomamos un mes para repensar su decisión, y en mi ser más íntimo, siento que hasta aquí ella había querido avanzar, y que es mi responsabilidad como analista respetarla. A lo mejor, mas adelante, decida continuar deshojando la cebolla.
Pero no es este “su momento”.
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