Mi marcha por la vida, nuestra marcha por la vida
Lic. Analia Goldin
Durante
más de 20 años de mi vida estudié, enseñé, profundicé, cuestioné, el fenómeno
Shoá.
Lo abordé desde la docencia. Lo analicé desde el psicoanálisis social. Lo
interpreté desde la lectura en general… pero nunca lo vivencié hasta llegar a POLONIA.
Durante
muchos años no entendí (y no sentí) la necesidad de caminar por las mismas
calles del horror y estar en los mismos lugares de los que murieron y de los
que sobrevivieron a lo siniestro.
Mi
argumento más defensivo era que el pueblo judío siempre metaforizó su
historia y no entendía por qué la necesidad de tocar, caminar… estar allí.
Será
el pasar de los años, serán las vueltas de la vida, será… vaya saber qué… quise
estar allí.
Y
agradezco haber-me escuchado.
Y
agradezco a quienes me dieron la posibilidad.
Y agradezco a quienes
me acompañaron.
Vivir
MARCHA POR LA VIDA, es mucho más que caminar por el horror, es apostar a la
vida...
...Es
conocer la vida activa de una comunidad judía...
...Es
apreciar la vida comunitaria de los judíos de Lodz, Varsovia, Cracovia, Tarnow,
Benzyn y otras aldeas y ciudades, donde el paso de lo judío sigue hasta hoy en
sus paredes, en sus calles, en sus nombres...
...Es
encontrarme con Israel Posnanski, filántropo de Lodz, y emocionarme al conocer los
lugares construidos para que los miembros de la kehilá tuvieran sus necesidades
básicas satisfechas.
...Es
sentarme junto a la escultura del escritor Julián
Twin, y con toda la producción cultural
de un judaísmo creativo y vivo...
...Es
tocar el piano con Arthur Rubinstein, y apreciar
la vida artística de la comunidad judía en aquella época...
...Es emocionarme con Janucz Korczak y sus maravillosos:
“derechos de los niños”.
Es sensibilizarme con la vida de Rutka, una adolescente como
todas que amó, creció, rió y lloró en el gueto...
Es reconocer la casa de la famosa Elena Rubinstein e
imaginarme a las mujeres de Cracovia coquetas comprando maquillajes...
… Y también entristecerme al pararme frente al miserable
lugar que tenía Shmuel Gogol, quien sobrevivió al horror con la ilusión de
enseñar a tocar la armónica a los niños, mientras entonaba alguna melodía con
los ojos cerrados frente a las cámaras
de gas, junto a una orquesta de jóvenes que solo quería atravesar ese horror...
… Y acompañar el dolor de Halina Birenbaum, quien entró con
su madre a Majdanek tranquila, porque eso no era Treblinka, y creía que juntas
saldrían de allí. Y no fue así. Su madre fue asesinada en la cámara de gas...
...Pero también impresionarme con la fuerza que tiene todavía
hoy el rol de los resistentes, representados con la figura de Marek Edelman, y
sus flores amarillas que adornan el monumento de la resistencia...
...Tosia Altman y Simja “kasik” Rotem, quienes se jugaron la vida y ayudaron a salir por las cloacas, donde hoy se levanta
un monumento al coraje y las ganas de vivir.
Pawel Frankel, y lo injusta que fue la historiografía con su
lucha, al no dar a conocer su acción hasta hace muy poco tiempo...
...Y muchas más historias de vida…
...Y muchos marchistas que se cruzaban durante toda esa semana al grito de
AM ISRAEL
JAI…
...Y un grupo de jóvenes marchistas que en sus remeras llevaban
el lema “ANAJNU PO”, (HENOS ACÁ)...
...Y muchos adolescentes que con sus canciones, voces y gritos,
en diferentes idiomas, me llenaron el alma de esperanzas y de fuerza...
...Y ver las caras de desconcierto y de preguntas al almorzar el
día de la Marcha en Auschwitz, frente a las barracas, casi como símbolo de
revancha frente al hambre vivido.
Y el orgullo de pertenecer a un pueblo vivo que, aunque disperso en el mundo, tiene un sentimiento de
unidad en común. Y un espíritu de supervivencia constante que a través de sus
metáforas, cuentos y testimonio,
de-construye y construye el relato de su propia historia con un solo objetivo:
AM ISRAEL JAI!!
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