Estamos invitados a tomar el té....
Estamos invitados a tomar el té...
Lic. Analia Goldin
Cuando éramos chicos, una tarde de juegos con amigos, era si y sólo si, con el amigo en cuestión, presente de cuerpo y alma, saber de la familia que vivía en el exterior, significaba esperar al cartero con la ansiada carta, y lo que en la escuela nos contaban de lugares lejanos era super creíble porque para verlo teníamos que acudir a las revistas Billiken que teníamos guardadas, y no siempre se encontraban en el mejor de los estados.
En los últimos años las posibilidades que nos otorgan los medios de comunicación para comunicarnos son cada vez mayor.
Podemos saber que pasa en el otro lado del mundo antes que los propios habitantes del lugar. Vía televisión digitalizada, o Internet, el mundo se conmueve con imágenes del hambre en el mundo o las guerras, sin inmutarse por el niño desnutrido que pasa a nuestro lado.
En un mundo globalizado, donde los medios de comunicación tienen un rol importante en los procesos de socialización, es prácticamente “natural” que el consumo cotidiano de un bombardeo de mensajes audiovisuales incida directamente en los procesos de socialización y generación de un pensamiento colectivo, teñido de determinados modelos estereotipados para premoldear una identidad masificada.
Imposible pensar el devenir social sin la inclusión de los medios de comunicación. Imposible pensar una clínica de niños sin conocer el pensamiento de un niño que espera que “los padrinos mágicos” vengan a su auxilio cada vez que sus padres le ponen un límite. Imposible es atender adolescentes y no entender que encontrarse con amigos no exige la necesidad de tocarse, ya que los lugares de encuentros son virtuales.
Ellos, niños y adolescentes como nativos digitales, nos aceptan a nosotros como inmigrantes digitales, en un mundo que cambio el lenguaje: un lenguaje tecnológico, y una manera de expresarse con códigos propios.
Gergen (1992), afirma que las nuevas tecnologías, al permitir mantener relaciones, directas o indirectas, con un círculo cada vez más basto de individuos, nos llevan a un estado que él llama de "saturación social". Esta saturación social influye tremendamente sobre la manera en la que conceptualizamos nuestro yo y nuestras pautas de vida social.
En las condiciones actuales de hiper-tecnología las personas existen en un estado de construcción y reconstrucción permanente. Las nuevas tecnologías (sobre todo Internet) nos permiten atravesar fronteras, y con ellas, los cercos visibles de nuestra cultura. Por tanto, si al salirnos de nuestra cultura y ponernos en contacto con otras descubrimos que nuestras más estables creencias sobre el yo, no sólo no existen en esa cultura sino que sonarían excéntricas, descubrimos que nuestros sistemas de creencias más sólidos sobre el ser humano no son más que mitos producto de un determinado condicionamiento social.
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