Psicoanálisis y Shoá: Dra. Gisella Perl - Psicoanálisis de la ética

Dra. Gisella Perl: Resistir para sobrevivir y ayudar a sobrevivir
Trabajo premiado en Fedecc. (1)  Viaje a Marcha por la vida. (Bs. As. 2014)
Trabajo premiado en el concurso literario de la Casa De Ana Frank  
 "De Ana Frank a nuestros días". (Bs. As. 2011)T
Introducción
La historia de la Dra. Gisella Perl llegó a mi vida para interrogarme acerca de planteos que entrecruzaban mis dos formaciones profesionales. Soy Profesora de historia judía y Lic. En Psicología; la Shoá, y aquellos que la atravesaron, me interpelan constantemente en  mi quehacer cotidiano.
La responsabilidad ética de la  Dra. Perl es cuestionada en el tribunal de ética de E.E.U.U. al terminar la Shoá y solicitar la ciudadanía americana para poder ejercer como médica obstetra, (tal como es presentado en la película “Más allá de las cenizas”) y despertó en mí preguntas  y reflexiones sobre su conducta desde lo singular y lo subjetivo.
Dice Fernando Ulloa: “Las personas varían en alto grado con referencia al impacto que lo siniestro hace en ellas, dice Freud citando a Jentsch. Esta diferencia del efecto siniestro depende del grado de distancia y negación o por el contrario de proximidad y conocimiento  de lo que está oculto y es  fuente de horror”.[1]

Desarrollo teórico del análisis del conflicto de la Dra Gisella Perl ante lo siniestro.  
Mucho se habla de los valores éticos que rigen la vida del ser humano y lo ordenan en su inserción en la  sociedad.  Difícil es definir estos valores cuando el concepto “ser humano” es trastocado.
A la Shoá no se la puede inscribir en el mismo plano que a la Segunda Guerra Mundial. No se trata de dos países y sus ejércitos en una lucha inútil, absurda.  La Shoá, como fenómeno social, requiere un plus de análisis y es el proceso de  deshumanización con el que el régimen nazi intentó doblegar al semejante-diferente.
Si quien está frente a mí no es un hombre, sino un número, nada de lo establecido previamente, como valores éticos del Bien y del Mal, sigue rigiendo.
Si los hombres, desprovistos de nombres, son numerados, dejan de ser significados como tales. Si el otro no es otro,  ¿qué lamentar? Si son cosas, gérmenes, ¿por qué sensibilizarse? Así, lentamente, se elude la responsabilidad ante el asesinato.
El filósofo Martín Buber, en su “teoría dialogal”, explica los vínculos entre los hombres como un encuentro Yo-Tú o Yo-Ello.  Los nazis significaban al semejante - diferente como un ELLO y no como un TÚ. Fácil era cosificarlo y pretender que se comportara a su servicio.  ELLO es algo neutral, ajeno, como una cosa, como un objeto, y como tal se lo utiliza. Sirve para satisfacer ciertas necesidades. Nada más. Después de usado, o cuando los apetitos varios están satisfechos, puede ser abandonado,  desentendiéndose de él. Si ya no  sirve,  es  ignorado.
Pero, si ese sujeto que significado como un número, decide mantenerse humano y sobrevivir a la barbarie, deberá implementar estrategias de subsistencia que muchas veces lo harán confrontarse con su propio sistema de valores. Frente a este fenómeno, es interesante observar cómo cada sujeto en situación,  reaccionó según su propia singularidad. 
Citando a Primo Levi, en la Shoá es necesario hablar de hundidos y salvados: “Esta división es mucho menos evidente en la vida común; en ésta no sucede con frecuencia que un hombre se pierda… Añádase también la sensible acción de amortiguación que ejerce la ley, y el sentimiento moral, que es una ley interior... Pero en el Lager sucede de otra manera: aquí, la lucha por la supervivencia no tiene remisión porque cada uno está desesperadamente, ferozmente, solo”.[2]
Es imposible ponerse en el lugar de aquellos que sufrieron la desolación, la humillación, el desprecio.  Es difícil interpretar las conductas de los sujetos que tuvieron que atravesar por situaciones límites, con los mismos patrones de análisis con los que las interpretaríamos en otras circunstancias.

Hasta aquí,  lo universal; pasemos a lo singular. Conozcamos a la Dra.  Gisella Perl.
Gisella  Perl es una reconocida y famosa ginecóloga en la Hungría de preguerra. Perteneciente a una culta familia judía aristocrática, rompe con el mundo tradicional de sus padres y, aun siendo una niña, expresa su deseo de ser doctora.  Madre, esposa, profesional, es querida y reconocida en su Sighet natal.
Ella conduce su práctica médica según su juramento hipocrático, absteniéndose de todo accionar intencionado que pueda causar daño.  Su anhelo, su deseo manifiesto: salvar la vida del otro.
La Dra. Gisella Perl, como todos los judíos de Hungría, cae bajo el régimen nazi y es trasladada a Aushwitz. En una barraca, donde la deshumanización a las mujeres  las iguala desnudas y rapadas, Gisella se presenta ante el dolor de sus compañeras como lo que es: una médica.    Sin embargo, ya no es “la doctora Gisella Perl de Sighet”.
Situaciones límites y vivencias traumáticas marcaron su existencia.
A partir de ese momento sería tan sólo un número. Pero Gisella no quiere resignarse, no quiere entregarse. Es en esas circunstancias en que conoce al Dr. Menguele.
Gisella Perl ejerce nuevamente su profesión cuando Menguele la convoca a formar parte de la enfermería de la barraca. Le delegan la responsabilidad de aliviar los males de las prisioneras tan sólo para que pronto puedan retomar su trabajo. Vuelve a ejercer, aunque ni su ser ni la lógica de su acción se asemejan a lo que eran. ¿Es posible aliviar el dolor por el que atraviesan esas mujeres? ¿Es posible aliviar su propio dolor? Le delegan una responsabilidad. ¿Pero ante quién es responsable? ¿Ante el  régimen? ¿Ante  esas mujeres? ¿O ante sí misma?
He ahí su dilema ético: ante la mirada de los nazis, colabora con ellos restableciendo a las prisioneras para trabajar, y a escondidas, realiza abortos a las embarazadas para salvarlas de la muerte. Sabe que cualquier mujer embarazada puede ser presa de los terribles experimentos del Dr. Menguele.
La Dra. Gisella Perl, que se formó y trabajó para ayudar a las mujeres a ser madres, decide practicarles abortos. Se formó para dar vida. Intenta seguir dando vida aunque, paradójicamente, para salvar a esas mujeres de la muerte, debe atentar contra la vida que en ellas se está gestando.
Al finalizar la guerra, emigra a los E.E.U.U. y solicita la ciudadanía para poder ejercer  la obstetricia. Allí es interpelada por el Tribunal de Ética que pone en duda su accionar ético, no su competencia médica.  Según el tribunal trabajó con doctores nazis y colaboró con ellos. 

Retornemos a  lo universal. ¿A qué se refiere el tribunal cuando la interpela por su accionar ético?
Etimológicamente, el término "ética" deriva de "ethikos" que significa "costumbre". Por esto se suele definir a la ética como “la doctrina de las costumbres". Esto nos llevaría a pensar que está condicionada por las circunstancias, el contexto, la cultura imperante, y el sujeto en situación. La filosofía define a la ética como el conjunto de reglas con carácter normativo, que surgen y se desprenden de un conjunto de valores y principios que se adoptan a los fines de normativizar conductas o comportamientos.
Para la Enciclopedia Británica, ética es la rama de la filosofía que atiende aquello que es considerado moralmente bueno o malo, justo o injusto; un sinónimo, para ella, es la filosofía moral. Tradicionalmente, ética implica analizar, evaluar y desarrollar criterios morales normativos para tener que vérselas con problemas morales.
Freud, en El malestar en la cultura, analiza la constitución de estos valores culturales y el costo que tienen en la constitución del sujeto, en tanto renuncia a las pulsiones, esencialmente amorales. Dice, en este texto, que la cultura es definida como todas aquellas normas que sirven para la protección del ser humano frente a la naturaleza y la regulación de los vínculos recíprocos entre los hombres. 
En nuestros vínculos, es difícil distinguir qué hay de lo singular del sujeto y qué proviene de los acuerdos culturales de la sociedad en la que vive. Este resigna muchas veces su satisfacción, ya que, en caso contrario,  tales vínculos quedarían sometidos a la arbitrariedad y a sus mociones pulsionales.
La convivencia humana se construye cuando impera el poder del más fuerte sobre  los individuos aislados.  El poder de esta mayoría se contrapone como derecho.  Ya no domina el poder del individuo, sino el de la comunidad en la que está inserto. O se sujeta a las leyes sociales o queda excluido.  Esta sustitución del poder anárquico del individuo por el de la comunidad es el paso cultural decisivo.
El siguiente paso es el funcionamiento de una justicia que regule estos vínculos y que asegure que no se romperá el orden jurídico establecido por la mayoría.
Para sobrevivir en sociedad, el sujeto muchas veces debe renunciar a sus propias mociones pulsionales en favor de lo exigido por las normas vigentes.  Sublimación mediante, cuando es posible, este se desempeña en actividades culturales, científicas y artísticas, entre otras, en pos de la sociedad. El orden jurídico establece, entonces, cómo se conforman las nociones de Bien y de Mal, en función de  sus patrones culturales.
La humanidad brega constantemente por lograr un equilibrio entre las demandas individuales y las exigencias culturales. La pregunta que nos hacemos, en principio, es si este equilibrio es posible, y qué resigna el sujeto para mantenerlo.
No es lo mismo hablar de ética que de moral; quedan del lado de la moral aquellos juicios que, inspirados por patrones culturales establecidos, universalizan las conductas humanas.
Me interesa pensar la ética, en tanto la ética singulariza estas conductas, invitando al sujeto a redescubrirse y responsabilizarse por sus actos y por sus dichos.  En este análisis, dichas conductas no pueden ser interpretadas,  a priori, como buenas o malas.
Cuando el tribunal interpela a la doctora por los abortos que realizó en la barraca, los piensa en tanto “vidas que podrían ser” y la acusación recae sobre la Dra. Perl. ¿Su accionar no se sostuvo, acaso, en el deseo de salvar a las madres? Esas mismas mujeres, vivas,  podrían procrear hijos judíos, burlando así a la maquinaria nazi que había decidido exterminar a su pueblo. Ella practicó más de mil abortos a mujeres judías en Auschwitz facilitando  las condiciones para que, en un futuro, nacieran más de mil niños judíos.
La doctora que, en Hungría, había jurado salvar vidas es acusada de asistir a Menguele en sus experimentaciones con humanos. ¿Colaboró? ¿Asistió? ¿La forzaron? Ninguna respuesta a estos interrogantes puede ser pensada desde la lógica que fundamentaba su juramento hipocrático. ¿Podemos hablar de responsabilidad, remordimiento o culpa por lo actuado en Auschwitz, sin tomar en cuenta previamente al sujeto en situación?
En el año 1947 se realizó el Juicio de Nüremberg. El tribunal interpela a la Dra. Perl según las categorías de Bien y de Mal estipuladas en él.  ¿Se puede juzgar la praxis de una médica que se desempeñó como tal siendo prisionera, según estas leyes? Complicado  punto de partida para pensar la conducta de la Dra. en Auschwitz.
En  Medical Killing and The Psychology of The Genocide, publicado en el año 1988, se analiza la conducta de los profesionales en los campos de concentración. A partir del concepto de “desdoblamiento” o “two self” se trata de explicar cómo un médico, que fue formado para curar, puede contrariar su juramento humanitario realizando alguna práctica que involucre la muerte.
     El desdoblamiento involucra cinco características:
1-    Una dialéctica entre dos Yo en término de autonomía y conexión.  El médico en el campo necesitaba su Yo Auschwitz para funcionar psicológicamente en un ambiente tan antitético a sus patrones éticos anteriores.  Al mismo tiempo necesitaba su Yo anterior para continuar considerándose un médico humanitario.  El Yo Auschwitz tenía que ser autónomo y también estar conectado al Yo anterior del cual surgió. 
2-    El desdoblamiento sigue un principio holísitico.  El Yo de Auschwitz tuvo éxito porque era inclusivo y podía conectarse con todo el ambiente de Auschwitz: volvía coherentes y daba forma a varios mecanismos.
3-    El desdoblamiento tiene una dimensión vida-muerte: el Yo Auschwitz era percibido por el perpetrador como una forma de supervivencia psicológica en un ambiente dominado por la muerte: en otras palabras, tenemos la paradoja de un “yo asesino” creado en nombre de lo que uno percibe como una propia cura o supervivencia.
4-    Una de las principales funciones del desdoblamiento, como en Auschwitz, es la de evitar la culpa: el segundo yo tiende a ser el que realiza el trabajo sucio. 
5-    El desdoblamiento involucra tanto dimensiones inconscientes que tiene lugar mayoritariamente fuera de la conciencia, como un cambio significativo en  la conciencia moral.” [3]
La doctora Gisella  Perl tuvo que acudir a su desdoblamiento defensivo para sobrevivir y resistir al horror.
Ella era una víctima más; desprovista de su libertad y bajo órdenes perversas, debió enfrentarse a situaciones paradojales. Nos preguntamos: ¿podía elegir ente su propia vida o la de otros?  ¿Cabía la posibilidad de salvar ambas?
El tribunal de Estados Unidos, basándose en  las leyes de Nüremberg, absuelve de culpa a la Dra. Perl por su accionar en Auschwitz. Para el dictamen a su favor son tomados dos de los artículos acerca de las experiencias médicas:
“- la experiencia debe tener resultados prácticos para el bien de la sociedad, imposibles de obtener por otros medios: no puede ser practicada al azar y sin necesidad.
- la experiencia no debe ser intentada cuando hay una razón a priori para creer que ella entrañará la muerte o la invalidez del sujeto con la sola excepción de los casos donde los médicos que hacen las investigaciones sirven ellos mismos como sujetos experimentales.” [4]

La absolución es la respuesta del tribunal. Sin embargo, ella aún se interpela, pues permanece ante su dilema. Esta interpelación da cuenta de la responsabilidad que le cabe y de la singularidad de su deseo, motor de su supervivencia.  
El tribunal concede la ciudadanía a la Dra. Gisella Perl. Si bien sus actos pueden ser cuestionables, sus intenciones, no. Desde el punto de vista jurídico, de acuerdo con el Derecho Positivo, Gisella es inimputable: ella se vio obligada a colaborar. No era libre, su cuerpo no le pertenecía, sus decisiones estaban condicionadas.  No es culpable, por ende,  no hay deuda que pagar.
Según Lacan, la culpa nos indica que el sujeto en algún punto ha cedido en su deseo.
Lacan alude a la relación entre la culpa y el deseo diciendo que “la única cosa de la que se puede ser culpable, es de haber cedido en su deseo[5].  La Dra. Gisella Perl, a pesar de lo vivido, no cedió en su deseo se sobrevivir. Vivió en ese horror, a pesar de sus contradicciones morales, de sus pesares emocionales, de sus pérdidas. Vivió en ese horror para ayudar a otras mujeres a sobrevivir.
Sobrevivió en lo siniestro, cómo diría Viktor Frankl, porque le encontró un sentido a su vida: No dejar que la barbarie nazi logre su objetivo. Aquellas mujeres a las que les practicó un aborto, no caerían en manos de Menguele para ser asesinadas, sino que serían las próximas madres que darían continuación al pueblo judío, burlándose así de la locura en la que se sentía inmersa.
Como sujetos adaptados culturalmente, estamos condenados a la culpa. Al respetar las normas que rigen una sociedad, no tenemos escapatoria: de algún modo, cedemos en nuestro deseo. Para estar incluidos socialmente, se debe respetar la ley. Quien no la cumple deberá pagar por ello.
Lacan expresa: “No hay otro bien más que el que puede servir para pagar el precio del acceso al deseo”.[6]
Desde esta otra concepción, podemos leer, también, como un acto inconsciente la decisión de la Dra. Perl de responder a la demanda de Menguele, de colaborar con él, traicionando sus principios y faltando a su juramento al realizar los abortos. ¿Cuál habría sido su destino de no haber accedido? ¿Y el de las mujeres de su barraca? 
Ya no se trata aquí de las leyes de la moral, del bien o del mal, sino de la ética del deseo. En esta línea, se piensa al sujeto responsable tanto de lo que hace como de lo que dice, en su singularidad. Diferente es en el ámbito de lo jurídico, donde se hace un clivaje entre un sujeto imputable -por lo tanto culpable- y otro inimputable, y en consecuencia, libre de culpa y cargo.
 “Responsabilidad” y “culpa” son dos términos que dan cuenta de la imputabilidad jurídica donde el responsable debe pagar con su cuerpo, con su libertad. Lo paradójico es que, en la dimensión subjetiva, la responsabilidad  del sujeto por actuar conforme a su propio deseo conlleva, también, sus consecuencias. Se debe pagar, ya sea con un bien, ya sea con la culpa.  Aunque existe la salvedad de que esa culpa podría atenuarse o tal vez diluirse, siempre y cuando el sujeto se responsabilice tanto de sus actos como de sus dichos. Para esto, es imprescindible una estructura que pueda resistirlo.
Cuando hablamos de resistencia durante la Shoá, lo hacemos refiriéndonos a aquellas personas que, de alguna u otra manera, atravesaron tanto dolor y pudieron hacer algo con él.
Gisella, en E.E. U.U., volvió a ser la Dra. Gisella Perl.  Difícilmente haya vuelto a ser el mismo sujeto.
Si analogamos resistencia con defensa, ésta le sirvió para tolerar la angustia ante lo siniestro.
Resistió, sobrevivió, volvió a formar una familia.
Su implicación subjetiva ante sus durísimas experiencias dará cuenta de lo demás.

(1) Adaptación de la versión original que se encuentra a continuación

Bibliografía
Dylan, E.: Diccionario Introductorio del Psicoanálisis Lacaniano, Paidós, Bs As, 1997
Fariña, J.: “Del acto ético”, en Ética: un horizonte en quiebra, Cap. VI, Eudeba, Bs As 1998.
Fariña, J.: Ética profesional. “El status de la responsabilidad sobre los actos”, Acápite 3.3, Dossier  bibliográfico en salud mental y derechos humanos.
Fariña, J.: Ética profesional. “Los antecedentes, el planteo ético a partir de los crímenes nazis”, Acápites 1 y 2.
Fariña, J.: Ética profesional. Código de Nüremberg. “Normas éticas sobre la experimentación de seres humanos, Resúmenes y anexos”, Dossier bibliográfico en salud mental y derechos humanos.
Freud, S.: Obras completas. Tomo XXI. El malestar en la cultura. Ed. Amorrortu.
Lacan, J.: El Seminario. La Ética del Psicoanálisis Cap. XXIV Las Paradojas de la Ética, Paidos,  Bs. As.2005
Lewkowicz, I.: “Particular, Universal, Singular”, en Ética: un horizonte en quiebra, Cap. III, Eudeba, Bs As, 1998.
Mosca, J. C.: “Responsabilidad: Otro Nombre del Sujeto”, en Ética: un horizonte en quiebra. Cap. VIII, Eudeba, Bs. As., 1998.
Levi, P.: Los hundidos y los salvados. 3ª ed. Barcelona: El Aleph, 2006.
Sófocles: Antígona, Bs. As., Cántaro, 1997.
Sneh, P.; Cosaka, J.C.: "La Shoá en el siglo" del lenguaje del exterminio al exterminio del discurso. Xavier Bóveda. ed. Bs As. 1999.
Ulloa, F., La ética del psicoanalista frente a lo siniestro. Post-scriptum. 1984
  
Psicoanálisis y Shoá: El dilema ético de la Dra. Gisella Perl.

Lic. Analia Goldin, Lic. Carmen Chamorro

Mucho se habla de los valores éticos que rigen la vida del ser humano. Dichos valores ordenan la vida del sujeto en sociedad. Difícil es definir a estos valores cuando el concepto “ser humano”, es trastocado.
A la Shoá no se la puede inscribir en el mismo plano que la Segunda Guerra Mundial. No se trata de dos países y sus ejércitos en una lucha, inútil, absurda. La Shoá, como fenómeno social, tiene un plus de análisis y es el proceso de deshumanización con el que el régimen nazi intentó doblegar al semejante-diferente. Si quien está frente a mí no es un hombre, sino un número, nada de lo establecido previamente como valores éticos del Bien y del Mal, rige en esa situación.
Si los hombres, desprovistos de nombres son numerados, dejan de ser significados como tales.
Si el otro no es otro, ¿qué lamentar? Si son cosas, gérmenes, ¿por qué sensibilizarse?
Así lentamente se elude la problemática del asesinato.
El filósofo Martín Buber en su “teoría dialogal” explica los vínculos entre los hombres como un encuentro Yo-Tú o Yo-Ello. Los nazis significaban al semejante - diferente como un ELLO y no como un TÚ. Fácil era cosificarlo y pretender que se comportara al servicio de ellos. ELLO es algo neutral, ajeno, como una cosa, como un objeto, y como tal se los utiliza. Sirve para satisfacer ciertas necesidades. Nada más. Después de usados, o si cuando los apetitos varios están satisfechos, son abandonados, desentendiéndose de ellos. Si ya no sirven, son ignorados.
Pero, si ese sujeto que significado como un número, decide mantenerse humano y sobrevivir a la barbarie, deberá implementar estrategias de subsistencia, que muchas veces lo harán confrontarse con su propio sistema de valores.
Frente a este fenómeno, es interesante observar cómo cada sujeto en situación reaccionó según su singularidad.
Parafraseando a Primo Levi, en la Shóa debemos hablar de hundidos y salvados: “Esta división es mucho menos evidente en la vida común; en ésta no sucede con frecuencia que un hombre se pierda, porque normalmente el hombre no está solo y, en sus alti­bajos, está unido al destino de sus vecinos; por lo que es excepcional que alguien crezca en poder sin límites o des­cienda continuamente de derrota en derrota hasta la ruina. Además, cada uno posee por regla general reservas espiri­tuales, físicas e incluso pecuniarias tales, que la eventualidad de un naufragio, de una insuficiencia ante la vida, tiene menor probabilidad. Añádase también la sensible acción de amortiguación que ejerce la ley, y el sentimiento moral, que es una ley interior; en efecto, un país se considera tanto más desarrollado cuanto más sabias y eficientes son las leyes que impiden al miserable ser demasiado miserable y al poderoso ser demasiado poderoso.
Pero en el Lager sucede de otra manera: aquí, la lucha por la supervivencia no tiene remisión porque cada uno está desesperadamente, ferozmente, solo”.
Es imposible ponerse en el lugar de aquellos que sufrieron la desolación, la humillación, el desprecio.
Es difícil interpretar las conductas de los sujetos que tuvieron que atravesar por situaciones límites, con los mismos patrones de análisis con los que las interpretaríamos en otras circunstancias.
Hasta aquí lo universal, pasemos a lo singular. Conozcamos a la Dra. Gisella Perl.
Gisella Perl, es una reconocida y famosa ginecóloga en la Hungría de preguerra. Perteneciente a una culta familia judía aristocrática, rompe con el mundo tradicional de sus padres y, aun siendo una niña, expresa su deseo de ser doctora. Madre, esposa, profesional, es querida y reconocida en su Sighet natal.
Ella conduce su práctica médica según su juramento hipocrático, absteniéndose de todo accionar intencionado que causase daño. Su anhelo, su deseo manifiesto: salvar la vida del otro.
La Dra. Gisella Perl, como todos los judíos de Hungría, cae bajo el régimen nazi y es trasladada a Aushwitz. En una barraca, donde la deshumanización las iguala desnudas y rapadas, Gisella se presenta ante el dolor de sus compañeras como lo que es: una médica.
Sin embargo, ya no es la doctora Gisella Perl de Sighet. Situaciones límites y vivencias traumáticas marcaron su existencia.
Por un lado, a partir de ese momento sería tan sólo un número. Por otro, había ordenado a su hijo acompañar a su tío enfermo a una ambulancia, creyendo protegerlos. No sabía que su destino sería la cámara de gas. Pero Gisella no quiere resignarse, no quiere entregarse.
Es en esas circunstancias que conoce al Dr. Menguele.
Gisella Perl ejerce nuevamente su profesión cuando Menguele la convoca a formar parte de la enfermería de la barraca. Le delegan la responsabilidad de aliviar los males de las prisioneras tan sólo para que pronto puedan retomar su trabajo. Vuelve a ejercer, aunque ni su ser ni la lógica de su acción se asemejan a lo que eran. ¿Es posible aliviar el dolor por el que atraviesan esas mujeres? ¿Es posible aliviar su propio dolor?
Le delegan una responsabilidad. ¿Pero ante quién es responsable? ¿Ante el régimen? ¿Ante esas mujeres? ¿O ante sí misma?
He aquí su dilema ético: ante la mirada de los nazis, colabora con ellos restableciendo a las prisioneras para trabajar, y a escondidas realiza abortos a las embarazadas para salvarlas de la muerte. Sabe que cualquier mujer embarazada puede ser presa de los terribles experimentos del Dr. Menguele.
La Dra. Gisella Perl que se formó y trabajó para ayudar a las mujeres a ser madres, decide practicarles abortos. Se formó para dar vida. Intenta seguir dando vida aunque, paradójicamente, para salvar a esas mujeres de la muerte, debe atentar contra la vida que en ellas se está gestando.
Al finalizar la guerra, la Dra. Perl emigra a los E.E.U.U. y solicita la ciudadanía para poder ejercer la obstetricia. Allí es interpelada por el Tribunal de Ética que pone en duda su accionar ético, no su competencia médica. Según el tribunal trabajó con doctores nazis y colaboró con ellos.
Retornemos a lo universal. ¿A qué se refiere el tribunal cuando la interpela por su accionar ético?
Etimológicamente, el término "ética" deriva de "ethikos" que significa "costumbre".
Por esto se la suele definir a la ética como “la doctrina de las costumbres". Esto nos llevaría a pensar que la ética está condicionada por las circunstancias, el contexto, la cultura imperante, y el sujeto en situación. La filosofía define a la ética como el conjunto de reglas con carácter normativo, que surgen y se desprenden de un conjunto de valores y principios que se adoptan a los fines de normativizar conductas o comportamientos. Para la Enciclopedia Británica, ética es la rama de la filosofía que atiende aquello que es considerado moralmente bueno o malo, justo o injusto; un sinónimo para ella es la filosofía moral. Tradicionalmente, ética significa analizar, evaluar y desarrollar criterios morales normativos para tener que vérselas con problemas morales.
Freud, en El malestar en la cultura analiza la constitución de estos valores culturales y el costo que tienen en la constitución del sujeto, en tanto renuncia a las pulsiones, esencialmente amorales.
Él dice en este texto que la cultura es definida como todas aquellas normas que sirven para la protección del ser humano frente a la naturaleza y la regulación de los vínculos recíprocos entre los hombres.
En nuestros vínculos es difícil distinguir qué hay de lo singular del sujeto y qué proviene de los acuerdos culturales de la sociedad con los que vive. Este resigna muchas veces a su satisfacción ya que, en caso contrario, tales vínculos quedarían sometidos a la arbitrariedad y a sus mociones pulsionales. La convivencia humana se construye cuando impera el poder del más fuerte sobre los individuos aislados. El poder de esta mayoría se contrapone como derecho. Ya no domina el poder del individuo, sino el de la comunidad en la que está inserto. O se sujeta a las leyes sociales o queda excluido. Esta sustitución del poder anárquico del individuo por el de la comunidad es el paso cultural decisivo. El siguiente paso es el funcionamiento de una justicia que regule estos vínculos y que asegure que no se romperá el orden jurídico establecido por la mayoría.
Para sobrevivir en sociedad, el sujeto muchas veces debe renunciar a sus propias mociones pulsionales en favor de lo exigido por las normas vigentes. Sublimación mediante, cuando es posible, este se desempeña en actividades culturales, científicas y artísticas, entre otras, en pos de la sociedad.
El orden jurídico establecerá las nociones de Bien y de Mal, en función de sus patrones culturales.
La humanidad brega constantemente por lograr un equilibrio entre las demandas individuales y las exigencias culturales de la masa. La pregunta que nos hacemos en principio es, si este equilibrio es posible, qué resigna el sujeto para mantenerlo y, luego, cuál es el lugar del psicoanálisis en esta balanza.
Ahora bien, entendemos por “psicoanálisis de la ética", al área que la analiza teniendo en cuenta cómo se manifiesta en el comportamiento humano, cuáles son las motivaciones latentes de dichos comportamientos manifiestos y cuáles son las motivaciones inconscientes que determinan la aparición de la ética en el psiquismo humano.
Según lo dicho anteriormente no es lo mismo hablar de ética que de moral; quedan del lado de la moral aquellos juicios, que inspirados por patrones culturales establecidos, universalizan las conductas humanas.
Al psicoanálisis le interesa la ética, en tanto la ética singulariza a estas conductas, invitando al sujeto a redescubrirse y responsabilizarse por sus actos y por sus dichos. En este análisis dichas conductas no pueden ser analizadas, a priori, como buenas o malas.
Cuando el tribunal interpela a la doctora por los abortos que realizó en la barraca, los piensa en tanto “vidas que podrían ser” y la acusación recae en la Dra. Perl.
¿Su accionar no se sostuvo acaso en el deseo de salvar a las madres? Esas mismas mujeres, vivas, podrían procrear hijos judíos, burlando así a la maquinaria nazi que había decidido exterminar a su pueblo. Ella practicó más de mil abortos a mujeres judías en Aushwitz facilitando las condiciones para que, en un futuro, nacieran más de mil niños judíos.
La doctora que, en Hungría, había jurado salvar vidas es acusada de asistir a Menguele en sus experimentaciones con humanos.
¿Colaboró? ¿Asistió? ¿La forzaron? Ninguna respuesta a estos interrogantes puede ser pensada desde la lógica que fundamentaba su juramento hipocrático. ¿Podemos hablar de responsabilidad, remordimiento o culpa por lo actuado en Aushwitz, sin tomar en cuenta previamente al sujeto en situación?
En el año 1947 se realizó el Juicio de Nüremberg. El tribunal interpela a la Dra. Perl según las categorías del Bien y del Mal estipuladas en él.
¿Se puede juzgar la praxis de una médica que se desempeñó como tal siendo prisionera, según estas leyes?
Complicado punto de partida para pensar la conducta de la Dra. en Aushwitz.
Pensamos el Mal como destrucción gozosa de la vida. De los términos de esta definición el problemático es el calificativo de gozoso. El concepto de goce de Freud es una experiencia de satisfacción, que cuando no está ligada a la ley se transmuta en una excitación desequilibrante.
Para Lacan hay cierta duplicidad del placer; hay un límite al placer que cuando es atravesado, el placer se convierte en dolor. Este es su concepto de goce, que da cuenta de lo paradójico de la satisfacción implicada en ese goce.
El goce se convierte, entonces, en un sustituto del sentido, en un intento de llenar el vacío de la existencia sobre la base de abandonarse a una impulsividad ciega. Satisfacer la pulsión se convierte entonces en un fin en sí mismo. La crueldad en sus múltiples formas y el atentar contra la propia vida, son pues, rostros de ese goce no atemperado por el amor y la ley.
La práctica de abortos realizada por la doctora es cuestionada en su calidad de experiencia médica.
En Medical Killing and The Psychology of The Genocide publicado en el año 1988, se analiza la conducta de los profesionales en los campos de concentración. A partir del concepto de “desdoblamiento” o “two self” se trata de explicar cómo un médico, que fue formado para curar, puede contrariar su juramento humanitario realizando alguna práctica que involucre la muerte.
“El desdoblamiento involucra cinco características:
1- Una dialéctica entre dos Yo en término de autonomía y conexión. El médico en el campo necesitaba su Yo Auschwitz para funcionar psicológicamente en un ambiente tan antitético a sus patrones éticos anteriores. Al mismo tiempo necesitaba su Yo anterior para continuar considerándose un médico humanitario. El Yo Auschwitz tenía que ser autónomo y también estar conectado al Yo anterior del cual surgió.
2- El desdoblamiento sigue un principio holísitico. El Yo de Auschwitz tuvo éxito porque era inclusivo y podía conectarse con todo el ambiente de Auschwitz: volvía coherentes y daba forma a varios mecanismos.
3- El desdoblamiento tiene una dimensión vida-muerte: el Yo Aushwitz era percibido por el perpetrador como una forma de supervivencia psicológica en un ambiente dominado por la muerte: en otras palabras, tenemos la paradoja de un “yo asesino” creado en nombre de lo que uno percibe como una propia cura o supervivencia.
4- Una de las principales funciones del desdoblamiento, como en Aushwitz, es la de evitar la culpa: el segundo yo tiende a ser el que realiza el trabajo sucio.
5- El desdoblamiento involucra tanto dimensiones inconscientes que tiene lugar mayoritariamente fuera de la conciencia, como un cambio significativo en la conciencia moral.”
La doctora Gisella Perl tuvo que acudir a su desdoblamiento defensivo para sobrevivir y resistir al horror.
Ella era una víctima más; desprovista de su libertad y bajo órdenes perversas debió enfrentarse a situaciones paradojales.
Nos preguntamos ¿Podía elegir ente su propia vida o la de otros? ¿Cabía la posibilidad de salvar a ambas?
El tribunal de Estados Unidos basándose en las leyes de Nüremberg absuelve de culpa a la Dra. Perl por su accionar en Aushwitz. Para el dictamen a su favor son tomados dos de los artículos, acerca de las experiencias médicas. Dicen:
“- la experiencia debe tener resultados prácticos para el bien de la sociedad, imposibles de obtener por otros medios: no puede ser practicada al azar y sin necesidad.
- la experiencia no debe ser intentada cuando hay una razón a priori para creer que ella entrañará la muerte o la invalidez del sujeto con la sola excepción de los casos donde los médicos que hacen las investigaciones sirven ellos mismos como sujetos experimentales.”
La absolución es la respuesta del tribunal. Sin embargo, ella aun se interpela, pues permanece ante su dilema. Esta interpelación da cuenta de la responsabilidad que le cabe, en tanto sujeto del inconsciente, de la singularidad de su deseo, motor de su supervivencia.
El tribunal concede la ciudadanía a la Dra. Gisella Perl. Si bien sus actos pueden ser cuestionables, sus intenciones no. El tribunal habla de intencionalidad, de lo moral, de lo particular, términos acordes con la ética tradicional; nosotros hablamos de deseo, de lo singular, es decir, de la ética psicoanalítica.
Desde el punto de vista jurídico, de acuerdo con el Derecho Positivo, Gisella es inimputable: ella se vio obligada a colaborar. No era libre, su cuerpo no le pertenecía, sus decisiones estaban condicionadas. No es culpable, por ende, no hay deuda que pagar.
Desde otra perspectiva, la psicoanalítica, sabemos que la culpa es de otra índole. Desde Freud, hablamos de sentimiento inconsciente de culpa. Según Lacan, la culpa nos indica que el sujeto en algún punto ha cedido en su deseo.
Lacan alude a la relación entre la culpa y el deseo diciendo que “la única cosa de la que se puede ser culpable, al menos en la perspectiva analítica, es de haber cedido en su deseo
Si hay culpa, entonces, no se ha actuado en conformidad con el propio deseo. Como sujetos adaptados culturalmente, estaríamos condenados a la culpa. Al respetar las normas que rigen una sociedad, no tenemos escapatoria: de algún modo, cedemos en nuestro deseo. Para estar incluidos socialmente se debe respetar la ley. Quien no la cumple deberá pagar por ello.
Lacan expresa: “No hay otro bien más que el que puede servir para pagar el precio del acceso al deseo”.
Desde esta otra concepción, podemos leer también, como un acto inconsciente la decisión de la Dra. Perl de responder a la demanda de Menguele, de colaborar con él traicionando sus principios y faltando a su juramento, al realizar los abortos. ¿Cuál habría sido su destino de no haber accedido? ¿Y el de las mujeres de su barraca?
Ya no se trata aquí de las leyes de la moral, del bien o del mal, sino de la ética del deseo.
En esta línea, se piensa al sujeto responsable tanto de lo que hace como de lo que dice, en su singularidad. Diferente es en el ámbito de lo jurídico donde se hace un clivaje entre un sujeto imputable -por lo tanto culpable- y otro inimputable, y en consecuencia, libre de culpa y cargo.
Un psicoanalista, lejos de desculpabilizar, indagaría en la culpa apuntando a la relación de ésta con su deseo.
“Responsabilidad” y “culpa” son dos términos que dan cuenta de la imputabilidad jurídica donde el responsable debe pagar con su cuerpo, con su libertad.
Lo paradójico es que, en la dimensión subjetiva, la responsabilidad del sujeto por actuar conforme a su propio deseo conlleva, también, sus consecuencias. Se debe pagar, ya sea con un bien, ya sea con la culpa. Aunque existe la salvedad de que esa culpa podría atenuarse o tal vez diluirse, siempre y cuando el sujeto se responsabilice tanto de sus actos como de sus dichos. Para esto, es imprescindible una estructura que pueda resistirlo.
Cuando hablamos de resistencia en la Shoá, lo hacemos de aquellas personas que, de alguna u otra manera, atravesaron tanto dolor y pudieron hacer algo con él.
Durante la ceremonia de Marcha Por la Vida, en Auschwitz, en abril de 2005, fue leído el siguiente poema:
Resistencia
Resistió quien consiguió un trozo de pan.
Resistió quien dio clases a escondidas.
Resistió quien escribió y distribuyó un diario clandestino poniendo fin a falsas ilusiones.
Resistió quien introdujo secretamente un Sefer Torá.
Resistió quien falsificó documentos arios que salvaron vidas.
Resistió quien condujo a los perseguidos de una tierra a otra.
Resistió quien describió los acontecimientos enterrándolos en papel.
Resistió quien ayudó a los más necesitados.
Resistió quien pronunció aquellas palabras que lo llevaron a su propio fin.
Resistió quien levantó el puño contra los asesinos.
Resistió quien transmitió mensajes entre los sitiados, y consiguió traer provisiones y algunas armas.
Resistió quien sobrevivió.
Resistió quien combatió armado en las calles de ciudades, montañas y bosques.
Resistió quien se rebeló en los campos de exterminio.
Resistió quien se rebeló en los guetos, entre muros caídos en la revuelta más destituida de esperanzas que supo alguna vez el ser humano.
Jaim Gurí (poeta israelí)
Gisella, en E.E. U.U., volvió a ser la Dra. Gisella Perl. Difícilmente haya vuelto a ser el mismo sujeto. Si analogamos resistencia con defensa, ésta le sirvió para tolerar la angustia ante lo siniestro.
Resistió, sobrevivió, volvió a formar una familia.
Su implicación subjetiva ante sus durísimas experiencias dará cuenta de lo demás.
(Agradecemos la colaboración en la lectura y corrección de la profesora Ethel Starosta)
Bibliografía
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Fariña, J.: “Del acto ético”, en Ética: un horizonte en quiebra, Cap. VI, Eudeba, Buenos Aires 1998.
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Cap. VIII, Eudeba, Buenos Aires, 1998.
Primo Levi: Los hundidos y los salvados. 3ª ed. Barcelona: El Aleph, 2006.
Sófocles: Antígona,
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