¿Madre
se nace o se hace?
Desmitificando
el instinto maternal
Lic.
Analia Goldin
Al
rey Salomón
se lo conoció como el Rey de la justicia.
Un
día aparecieron ante él dos mujeres diciendo ser las madres de un mismo
bebé.
Este
fue el veredicto, ante el conflicto de las dos mujeres.
“Partid
en dos al niño vivo, y dad la mitad a la una, y la otra mitad a la otra”
El
relato bíblico nos dice que el Rey Salomón actuó con justicia salomónica al
darle el hijo a la madre que podía renunciar a él.
Muchas
preguntas surgen a partir de esta leyenda.
¿Qué
es una madre? ¿Madre se nace o se hace? ¿Se es madre sin hijo? ¿Qué es un
hijo? ¿Qué lugar ocupa un hijo en una madre?
Ambas
mujeres fueron a pedir por un hijo.
Ninguna es denominada y significada por el autor como madre.
¿Qué
sabemos de estas mujeres que se pretenden como madres en relación al niño?
Una se acostó sobre él a la noche durmiendo y lo ahogó. La otra se despertó para darle de comer y
en cuanto supo que el bebé corría peligro de vida sus entrañas se
conmovieron ante él.
El
concepto “maternaje” a lo largo de la historia tuvo sus diferentes
interpretaciones. Consideramos a éste
como el proceso psicoafectivo que acontece (o no) en relación al niño,
diferenciándolo de “maternidad” cuya connotación es biológica. Dichos conceptos están atravesados
transculturalmente por las diferentes épocas en que las mujeres fueron
madres.
Un
hijo construye y es construido en vínculo a partir de esa madre que anhela,
desea, y espera ser construida madre.
Y
en esa construcción se ponen en juego diferentes variables y territorios,
no sólo en la madre, sino en el hijo y en el “entre” del vínculo a construir.
Edgard
Morin nos habla del modelo de la complejidad. Sus principios son:
·
Principio dialógico: en el cual ambos términos del vínculo se
reúnen y se ligan y a su vez se producen recíprocamente.
·
Principio
hologramático: desechando el reduccionismo
las argumentaciones no son lineales.
·
Recursividad: el
efecto se vuelve causa, la causa se vuelve efecto.
El
vínculo madre hijo es complejo en su construcción. Una madre produce un hijo si y sólo si un hijo produce una madre.
Es el vínculo en sí mismo el que produce sujeto.
Ser
madre es complejo. Imposible pensar
en una madre si no pensamos que en ella coexisten su ser mujer,
profesional, hija, etc. Imposible
pensar en una madre si no pensamos en el contexto social y cultural en el
que ella vive.
Los
modelos culturales, los patrones familiares, las realidades existenciales,
aportan a la mujer variables que darán forma a su modalidad de
maternaje. Lo que se arma en ese “entre”, es propio
del vínculo en cuestión.
A
partir de lo dicho, volvamos al juicio del Rey Salomón.
Quien
fue significada como madre por el Rey fue aquella que pensó en la vida de
su hijo.
Quién
pretendía un hijo, no era madre. Esta, lo ahogó a la noche, no lo dejó
respirar, y ante el niño muerto pretendió reemplazarlo de manera
narcisista.
Una
madre suficientemente buena presta su narcisismo para que el niño comience
a construir el suyo y devenga en un sujeto autónomo. Una madre es madre cuando hay un hijo al
que desea y con el cual se apega.
La
subjetividad de una madre se establece en vínculo con el hijo cuando este
es considerado como un otro. Esta consideración excede la relación de
objeto externo al yo.
P.
Aulagnier se pregunta si la intervención de los padres en su función
significante es capaz de anular la alteridad del niño. A eso lo llamó
violencia originaria. Esta anulación es necesaria para que se construya una
relación madre-hijo, y probablemente así devenga en una relación con otro.
Esta
violencia será menos traumática en el devenir del hijo si esa madre lo
ayuda a crecer pensándolo como un ser diferente, respetando sus propios
tiempos, procesos y deseos.
Retomemos
la leyenda bíblica, analizando el lugar de la que se anunció como madre,
pero aceptó partirlo para así no tenerlo ni ella ni la otra.
Quería
ser madre con o sin hijo, o con hijo a medias.
Sabiendo
que su hijo había muerto anuló su posibilidad de duelo y de responsabilidad
en la vida y la muerte de su hijo, reemplazándolo con el otro. Obturando la
falta de hijo para no elaborar su propia responsabilidad. Pretendía un hijo
descartable sin tener en cuenta al niño en particular. ¿Fantasearía
completarlo? ¿Pensaría, a modo de la mamá cocodrilo de Lacan, que el hijo
es sólo y tan sólo en tanto ella es madre, desconociendo la propia
subjetividad del hijo? ¿Decidiría, como Medea, primar su propia existencia
en lugar de acompañar el crecimiento de su hijo?
Fue
significada como madre aquella que resignó su rol en pos de la vida del
otro. Amó al otro con su ajendidad aún renunciando a su presencia.
Pensó,
sintió y significó al hijo como a un otro.
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