Shmuel Gogol: De la deshumanización a la búsqueda de sentido


Lic. Analia Goldin

Corría el año 1997 y recuerdo el día en que tuve en mis manos un VHS, sobreviviente de uno de los tantos cierres de escuela.


Recuerdo la emoción que sentí al comenzar a escuchar los sonidos del vídeo y aparecieron los primeros acordes de una orquesta las armónicas de niños en Israel, y la cara de su director compartiendo con ellos un encuentro como tantos de los encuentros que viví con mis alumnos.

Recuerdo cuando apareció la cara arrugada y los ojos llorosos de Shmuel Gogol, director de aquella orquesta, contando su historia de sobreviviente de la Shoá y compartiendo su relato de vida, cuando apenas tenía la edad de mi hija en ese mismo momento. Y la emoción que transmitía su cara al contar que retornaría a los lugares del horror, por los que tuvo que pasar cuando apenas era un adolescente.

Recuerdo mi resonancia afectiva cuando el relato de un “MAESTRO”, se mezclaba con su historia infantil.

Y recuerdo el dolor que sentí 18 años después, número de la vida, cuando en el viaje de Marcha por la vida, frente a las cámaras de gas conocí el desenlace de su vida. Y lloré. Lloré por él… y lloré por todos los educadores que dieron su amor a tantos niños desprotegidos.

Shmuel Gogol, durante la Shoá fue un niño que tuvo que atravesar sin pausa del proceso de deshumanización a la búsqueda de sentido, de una manera sorprendente y singular.

Dejándome llevar por su propio relato supe que cuando era un niño su abuela lo dejó en el orfanato de Januz Korchak. Un niño soltando la cálida mano de su abuela, en un lugar donde la desolación y la tristeza se envolvían en el intento de un maestro por hacerles más felices los días del horror a un grupo de niños desamparados por el horror.

El amor a los niños y su educación hizo que  los que se encontraban en el orfanato del gran maestro Janusz Korschak sintieran que sus vidas estaban en cierto resguardo.

Fue en ese mismo orfanato, donde Shmuel Gogol, escuchó por primera vez el sonido de la armónica, y deseó tener una. Un lugar donde el deseo estaba casi vedado, y un maestro haciendo todo lo posible para que el deseo de esos niños no desaparezca.

Janush Korchak acostumbraba a darles a los niños monedas a cambio de sus dientes de leche, pero Shmuel prefirió otro pago. Shmulik, como él mismo relataba que lo llamaba el maestro, recibió dos armónicas a cambio de su niñez. Y las armónicas lo ayudaron a salvar su vida.

Un día cualquiera, sin saberlo su abuela lo vino a buscar, salvándole del trágico final que sufrieron los niños del orfanato: Al recibir la orden de deportación a los campos de Treblinka, marcharon hacia los vagones del tren, imaginando los campos y praderas llenos de flores y pájaros que su maestro les anunciaba. Y de allí sin saberlo a la muerte.

“Una mujer valiente”, fue la descripción que hacía de su abuela. Shmuel viajaban de noche y se escondían de día. “Por mi nariz” recuerda con dolor.

Pero el amor y la valentía de su abuela no lo pudo salvar de atravesar lo siniestro: su estadía en Aushwitz.
Aushwitz es lo indecible, es aquello a lo que no se le puede poner palabras. No hay significante que pueda aprehender el significado de lo allí vivido. Y Shmuel Gogol no le puso palabras. Le puso música. Entendió que si quería salir de allí sería con la ayuda de su armónica. 
Y fue así que fue convocado para participar de la humillante y salvadora orquesta frente a las cámaras de gas. 
Y fue allí donde, al ver a sus primos caminar hacia la muerte, decidió cerrar los ojos y solo tocar su armónica, encerrarse a oscuras dentro suyo y solo tocar, y tocar, y tocar...
Y fue allí donde se prometió que si lograba sobrevivir a ese horror dedicaría su vida a los niños y a la música.

Y SOBREVIVIÓ.

Ya en Israel formó la filarmónica de armónicas mas deslumbrante del mundo, y fue con sus alumnos con quienes viajó hacia su marcha por la vida. De regreso hacia los lugares donde creció, y sufrió.
Fue en Aushwitz donde compartió la última función con aquellos a los que le dedicó su vida.

Al regreso de su viaje falleció a los 69 años de edad. Su corazón no pudo con lo revivido.





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