¿La  era de la comunicación o comunicación fallida?
Lic. Analia Goldin



Las posibilidades que nos otorgan los medios de comunicación para comunicarnos son  cada vez mayores.
Podemos saber qué pasa en el otro lado del mundo antes que los propios habitantes del lugar.  Vía televisión digitalizada, o Internet, el mundo se conmueve con imágenes del hambre o guerras, sin inmutarse por el niño desnutrido que pasa por al lado.
Infinita variedad de teléfonos celulares y programas de computación, hacen que podamos ubicar la presencia de aquél a quien buscamos de manera inmediata.
Para los padres es una tranquilidad lograr saber donde se encuentran sus hijos a cualquier hora del día, y viceversa.  Las familias organizan su cotidianeidad vía mensajitos de texto.
Pero nada de todo esto garantiza que estos personajes que controlan el “estar” de sus semejantes, se comuniquen con ellos.  Es sólo una garantía de presencia.  Por otra parte, ésta no siempre implica comunicación. En este estilo de diálogo, el deseo del semejante, sus pesares y sus alegrías, no cobran protagonismo. Casi todo, lleva título informativo.
Me asombro al ver una publicidad en televisión que promociona el último teléfono celular que saldrá a la venta. Muestra a un hombre caminando por la calle, con auriculares en sus oídos, solo, escuchando una canción que no comparte con nadie.  Mientras tanto se nos anuncia a nosotros, los posibles consumidores, las ventajas de dicho aparato que nos solucionaría la vida.
¿Serán estos artefactos reales facilitadores de la comunicación?
En un mundo globalizado, donde los medios de comunicación tienen un rol tan importante en los procesos de socialización, es prácticamente “natural” que el consumo cotidiano de un bombardeo de mensajes audiovisuales incida directamente en los procesos de socialización y generación de un pensamiento colectivo, teñido de determinados modelos estereotipados para premoldear una identidad masificada.
Imposible pensar el devenir social sin la inclusión de los medios de comunicación. 
Los niños de hoy  esperan que “los padrinos mágicos”  vengan a su auxilio cada vez que sus padres le ponen un límite.   Los adolescentes se “encuentran con amigos” que no pueden tocar ni ver, ya que los lugares de encuentros son virtuales.
Ellos, niños y adolescentes como nativos digitales, nos reciben a nosotros como inmigrantes digitales, en un mundo que cambió el lenguaje: un lenguaje tecnológico, y una manera de expresarse con códigos propios.
¿En qué lugar se ubican los adultos en esta nueva “Brecha generacional”?
La distancia entre el universo de los niños y los jóvenes, y el universo de los adultos, siempre sirvió para ayudar a los más pequeños a tomar modelos de identificación y a medida que van creciendo favorecer la salida hacia la exogamia, a través de la confrontación que los adolescentes deben hacer para poder separarse.
Pero los adultos ocuparon siempre  el lugar de la experiencia, de la sabiduría. No se preguntaban tanto acerca de cómo pararse frente a los más chicos: Se paraban. No se preguntaban si “se van a equivocar” y con esto traumar a los chicos.  Se equivocaban, seguramente traumaban,  pero actuaban. Y la seguridad de la presencia de un adulto, tranquilizaba a la desolación del crecimiento.
En esta nueva era tecnológica, donde los adultos no comparten los códigos informáticos, es necesario reubicar la jerarquía.
Una cosa es un adulto que no comparte lenguajes tecnológicos, pero está presente y dispuesto a comprender, y otra un adulto que por ignorancia o comodidad, abandona a los niños frente a la pantalla, o a los adolescentes atrincherados en un autismo tecnológico.
Tanto niños como jóvenes necesitan de los adultos para crecer.  Los necesitan cerca utilizando el medio de comunicación más fácil y organizador de la civilización: la palabra.
Necesitan de la presencia de los padres para enfrentarse con tanta sobre estimulación que los medios les propone.
Necesitan de un adulto que aunque no maneje el control remoto sepa que le conviene ver y que no en la televisión.
Los adultos son responsables de saber “en que están” sus hijos.
El rol de los padres frente a esta invasión de los medios de comunicación es la de compartir espacios donde sus hijos puedan sentir el refugio de la pregunta y la respuesta, la presencia física ante la desolación y los miedos.

En la “era de la comunicación” es obligación de los padres redireccionarla, hacia una comunicación menos tecnológica y más humana.

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